TRISTEZA, MANUAL DE USUARIO Eva Eland



En estas épocas desmitificamos a las emociones, las desmenuzamos, las ponemos patas arriba, pero a la tristeza no, es como si intentásemos ocultarla. Quizás en esta posición ante el mundo de mostrarnos fuertes, enteros, "ganadores", si se quiere, nos es difícil aceptar que estamos tristes, no comprendemos y no comprendemos a los demás cuando se animan a decirlo. Hoy en día ser feliz es una obligación, pareciera. Por eso creo que se ha enviado a la tristeza a un país sin nombre. Ha sido destituída. Nadie quiere estar con un triste, nadie quiere ver tristeza. La tristeza es algo que no se nombra, y si no se nombra, no se ve. Y al convertirla en invisible, creo, se vuelve más fuerte. Y nos agobia. Claro, sin saberlo, porque nos sentimos tristes, pero de tanto negarla, no podemos ponerle un nombre a eso. Ahora, con la pandemia, se comenzó a visibilizar, es como si hubiera mandado una postal de ese país olvidado en el que la encerramos, y nos dijera "Mirá que yo estoy aquí"... Y cuando lo vemos en los niños, ahí nos desesperamos. Como si nosotros, los grandes, nos costara decir "Pucha, yo también estoy triste". Si lo reconociéramos comenzaríamos a aclarar un poco el panorama. Pasa que estamos tristes, pero de alguna manera nos sentimos culpables por ello. Algo no anda bien en nosotros, pero "jaja", "yo estoy bien, viva la Pepa!" Y luchamos por eliminar eso molesto que no sabemos nombrar. Ahí nos resquebrajamos.
Dolores que nos desgarran y quizás al no reconocerlo es lo que lleva que ese "resquebrajarnos" del que me refería antes, se intensifique. Cosas que nos causan mucha tristeza. Reconocer esa tristeza, ayuda. Mucho. Y si bien eso del "tiempo lo cura todo" no es tal cual, no siempre pasa. Pero reconocer que estamos tristes y dar ese tiempo para ver qué hacemos con ese estado de tristeza es bueno. (Fragmento del análisis de Alicia Abatilli) 






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